Actividad: Cambio de focalización
Libro: Matilda.
Esta mañana se me había ocurrido la brillante idea de ir al patio de recreo donde se encontraban esas pequeñas ratas pestilentes, no necesitaba abrirme paso ya que todos esos mocosos se apartaban al verme; había hecho un excelente trabajo con ellos. Camine por entre los grupos de chicos y chicas con zancadas amenazadoras, los pequeños se apartaban apresuradamente para dejarme pasar y mi marcha por el asfalto era como la de Moisés por el mar Rojo cuando se separaron las aguas. Resultaba impresionante, con el guardapolvo ceñido a la cintura y mis pantalones de montar verdes. Más debajo de las rodillas, los músculos de mis pantorrillas destacaban bajo las medias como si fueran pomelos.
Esta mañana se me había ocurrido la brillante idea de ir al patio de recreo donde se encontraban esas pequeñas ratas pestilentes, no necesitaba abrirme paso ya que todos esos mocosos se apartaban al verme; había hecho un excelente trabajo con ellos. Camine por entre los grupos de chicos y chicas con zancadas amenazadoras, los pequeños se apartaban apresuradamente para dejarme pasar y mi marcha por el asfalto era como la de Moisés por el mar Rojo cuando se separaron las aguas. Resultaba impresionante, con el guardapolvo ceñido a la cintura y mis pantalones de montar verdes. Más debajo de las rodillas, los músculos de mis pantorrillas destacaban bajo las medias como si fueran pomelos.
-¡Amanda Thripp! –grite-. ¡Ven aquí,
Amanda Thripp!
Avance a paso rápido hacia una niña de
unos diez años que tenía dos coletas rubias que le caían por la espalda. Cada
coleta llevaba anudado en su extremo un laso de raso azul que la hacía ver
sumamente ridícula. Observe como la niña temblaba de susto con la vista clavada
al suelo, me relamí los labios con gusto acercándome a mi diversión.
Finalmente llegue junto a ella y me
plantee con gesto dominante frente a la mocosa.
¡Quiero que te quites esas sucias
coletas antes de venir mañana a la escuela! –vocifere-. ¡Córtatelas y tíralas
al cubo de la basura! ¿Entendido?
-A mi ma… ma… madre le gustan
–tartamudeó-. La mocosa insolente se atrevía a contradecirme recordándome a su
asquerosa madre.
Claro cómo no iba a recordar a la muy
popular Lilith; me viene a mi cabeza unas imágenes de cuando yo estaba en el
colegio, tenía un hermoso cabello agarrado también en una hermosa coleta, la
muy maldita de Lilith me tenía envidia ya que se pavoneaba siempre creyéndose
la más bonita y con el mejor cabello pero nunca pudo competir contra el mío.
Fue una tarde que estábamos en clase cuando se le ocurrió la idea de pegarme un
asqueroso chicle en mi cabello, cuando llegue a casa por todos los medios
intente quitármelo, pero todo fue inútil, hasta que el delicado de mi padre encontró
la mejor solución; cogió la maquina de rasurar y me la paso por la cabeza
cortándome toda mi hermosa cabellera, dejándome prácticamente calva. Desde ese
día Lilith se burlaba de mi restregándome su hermoso cabello y diciendo que yo
parecía un niño; y ahora me manda a su patética hija a que me siga restregando
su cabello, no lo iba a permitir.
-¡Tu madre es una imbécil! –brame.
Extendí uno de mis dedos del tamaño de un salchichón hacia la cabeza de la
pequeña rata inmunda y grite-: ¡Pareces
una rata con la cola en la cabeza!
-Mi… madre cree que me… me van bien,
se… señorita Trunchbull –tartamudeó la mocosa, temblando como una hoja
-¡Me importa un bledo lo que crea tu
patética madre! –grite, diciendo esto, me adelante y agarre las coletas de
Amanda con la mano derecha y levante a la maldita rata del suelo.
Luego comencé
a hacerla girar alrededor de mi cabeza, cada vez más rápido y la mocosa puso el
grito en el cielo, deleitándome los oídos, mientras le gritaba-: ¡Ya te daré yo
coletas, rata!
En este momento recordé las
Olimpiadas, cuando lanzaba el martillo, me incline hacía atrás, para compensar
el peso de la chica giratoria y, apoyarme expertamente en los pies, seguía
dando vueltas sobre mí. Cuando ya iba a una gran velocidad con un poderoso
gruñido la solté de las coletas y Amanda salió disparada como un cohete hacía
arriba, por encima de la cerca metálica del patio de recreo.
Al verla aterrizar sobre la hierba me
frote las manos, satisfecha.
-No está mal –dije-, teniendo en
cuenta que no estoy bien entrenada, nada mal.
Me marche hacía la puerta del colegio
con una sonrisa orgullosa en mi rostro, había sido un muy buen comienzo de
clases.
Por: Gryffindor
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